European External Action Service

10/26/2022 | Press release | Distributed by Public on 10/27/2022 14:12

Intervención del Alto Representante Josep Borrell durante la Conferencia “América Latina y la Unión Europea ante los nuevos desafíos geopolíticos”

Intervención del Alto Representante Josep Borrell durante la Conferencia "América Latina y la Unión Europea ante los nuevos desafíos geopolíticos"

26.10.2022
Buenos Aires
EEAS Press Team

¡Solo es auténtico el texto pronunciado!

Soy yo él que tiene que dar las gracias a la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).

Gracias a todas las universidades y a todos los académicos que han contribuido a hacer este encuentro, gracias a nuestro delegado embajador de la Unión Europea [Amador Sánchez Rico], gracias a los ilustres profesores y académicos - algunos de ellos que vienen de España - que están aquí, y gracias a todos ustedes.

Vamos a ver, el título es ambicioso, muy ambicioso, exactamente. Ciertamente, vivimos [en] un mundo que desde hace algunos meses ha aumentado su complejidad, su peligrosidad, su imprevisibilidad.

Nunca ha sido muy fácil el mundo, pero, probablemente, vamos en la dirección de muchos cisnes negros, como usted decía. Hasta ahora, un cisne negro era algo imprevisible que de repente ocurría. Pero ahora ocurren tantas cosas que parece que todos los cisnes sean negros. Continuamente ocurren cosas que no se habían previsto, o quizá eran previsibles y simplemente no las analizamos adecuadamente: quizá, muchas de las cosas que pasan, un análisis más profundo de la realidad nos hubiera podido hacer ver que iban a ocurrir.

Por ejemplo, ¿no hubiéramos podido prever en Europa que la dependencia del gas ruso era algo que tarde o temprano nos colocaría en una situación de vulnerabilidad? ¿No hubiéramos podido prever que el aumento de la desigualdad en el mundo iba a provocar fuertes tensiones entre países y en el interior de cada país? No lo sé. El caso es que, de repente, nos hemos encontrado con una guerra en las fronteras de Europa, una guerra de las, de verdad, una guerra interestatal. No [es como] las guerras híbridas como las que estamos afrontado en el Sahel, con grupos más o menos desarticulados que llamamos "terroristas" por llamarles de alguna manera, pero que reflejan muchas cosas. No, es una guerra con tropas, con tanques, con antiaéreos: al viejo estilo, al estilo de la Segunda Guerra Mundial, como las que veíamos en las películas.

Nos enfrentamos con las consecuencias del cambio climático, que ya no es una cosa que va a ocurrir, es una cosa que está ocurriendo. Si ustedes van a Somalia, verán como el cambio climático echa de sus tierras a centenares de miles de personas que huyen de una sequía que les impide vivir como siempre han vivido, que son refugiados y que no pueden esperar que "el año que viene lloverá", porque el año que viene tampoco va a llover. Por lo tanto, su forma de vida tiene que cambiar estructuralmente.

Se juntan los problemas subyacentes que ya existían - y yo quiero citar dos o tres, el cambio climático; la creciente desigualdad; y el impacto de la transformación digital, que reparte las cartas de manera diferente, en particular reparte las cartas en favor de los países tecnológicamente emergentes, al frente de los cuales está, sin duda, China - junto con las tensiones creadas por una guerra que ha desarticulado los circuitos económicos mundiales - sobre todo los energéticos y alimentarios - provocando subidas espectaculares de precios. En algunos países, nos dañan pero las podemos mal que bien soportar porque tenemos un estado detrás que reparte subsidios y tiene un margen fiscal de acción. Como somos nosotros, los europeos. Otros no los pueden soportar, los expulsa del mercado. Nosotros podemos pagar el gas más caro, pero en Burkina Faso y en Bangladesh pues, seguramente, no. Todo eso ha roto los circuitos mentales y físicos [con] los que estábamos acostumbrados a razonar.

Luego hay la gran batalla de ideas. Al principio de mi mandato le llamé "la batalla de las narrativas": es decir, quién cuenta qué historia. Hay una batalla de las historias: ¿quién ayuda más?, ¿quién ayudó más al mundo cuando la pandemia?, ¿quién piensan en América Latina que les ayudó más - Rusia, China, Europa?, ¿qué sistema político es el más eficiente para construir igualdad y para sacar a la gente de la pobreza? Pues hay discursos diferentes y algunos de ellos que se replican y retumban con toda la resonancia que les dan las redes sociales, los sistemas de información modernos.

China es, en este momento, un gran sistema alternativo al sistema democrático occidental en el que nosotros hemos vivido y nos parece que es el mejor porque permite la libre expresión de la gente y la alternancia política; pero otros te dirán que sí, pero que no saca adelante desde el punto de vista del bienestar material y que hay otros sistemas más autoritarios pero más eficientes. Esta batalla está allí y se libra: no es una batalla cruenta, pero es muy importante porque conquistar los espíritus es tan importante como conquistar los territorios.

Y, en esto, pues de repente Putin lanza una guerra de agresión contra su vecino. Se puede discutir mucho si la OTAN hizo o no hizo, si hicimos el esfuerzo necesario para llevarnos mejor con la Rusia postsoviética, si hubo acuerdos que no se cumplieron: se puede discutir todo y la historia está escrita y se interpretará. Pero nada justifica lo que Putin empezó el 24 de febrero. Nada justifica esta guerra de agresión contra un país mucho más pequeño y mucho menos capaz militarmente que la Rusia postsoviética.

Pero las cosas no han ido como Putin pensaba: creía que podría conquistar Kyiv en un par de semanas, instaurar allí a un régimen como el de Bielorrusia - es decir, dependiente. Eso no lo ha conseguido, más bien ha sido rechazado militarmente en su intento de tomar Kyiv y ahora en las zonas del este y del sur, y amenaza con utilizar el arma nuclear. Se está batiendo en retirada pero está destruyendo el país. Es lo que quiero que sean ustedes conscientes: Buenos Aires está lejos de Kyiv pero quiero que entiendan lo que está pasando.

Rusia no puede conquistar el territorio porque los ucranianos se defienden y se defienden en buena medida gracias a la ayuda militar que les hemos dado. No puede conquistar pero puede destruir porque eso se puede hacer a distancia; lo puedes hacer desde centenares de quilómetros de distancia, hay armas para hacerlo. Y es lo que está haciendo: está literal y sistemáticamente destruyendo un país. Un tercio del sistema eléctrico ya no funciona y su objetivo es que, cuando llega el invierno, que ya está ahí, Ucrania esté a oscuras, sin electricidad. Sin electricidad y sin cristales en las ventanas ustedes no viven a -10℃. Por lo tanto, provocar un empujón migratorio que ponga en dificultades a los países receptores, que somos los europeos. Pero también ha provocado situaciones insostenibles: básicamente en África, también aquí, pero mucho más en África y en algunos países del Sudeste Asiático. De manera que todo el mundo paga las consecuencias de esta guerra.

¿La salida? Pues, de momento, no se ve. A los que me dicen que la guerra dura porque los europeos ayudamos a Ucrania, y que deberíamos dejar de hacerlo para que la guerra se acabe - esta es una literatura y una narrativa que he oído de mucha gente, sobre todo de la izquierda, o de parte de la izquierda, o que se llama la izquierda. Seguro que algunos de ustedes lo puede también pensar. La gran pregunta es si se acaba y, ¿cómo se acaba? Acabar se acaba, desde luego. Si Ucrania no recibe armamento, no le queda más remedio que rendirse. La guerra se acaba pero, ¿cómo se acaba?, ¿se acaba con un país inversor consiguiendo su objetivo de dominar al otro y, después, qué?, ¿y después, qué?, ¿después, cuál es el próximo?, ¿dónde queda el orden internacional?, ¿dónde queda la soberanía de los estados?, ¿dónde queda la integridad de los territorio?, ¿dónde quedan los principios básicos sobre los que hemos construido nuestro mundo?

A mí me gustaría saber, los que dicen eso, qué habrían hecho el día 24 de [febrero de] madrugada. ¿Qué habrían dicho? "Ah, están bombardeando Kyiv. Pues qué pena, oiga." Qué pena, no. ¿Qué hace, usted?, ¿se encoge de hombros, participa en la guerra? No, no queremos la tercera guerra mundial. ¿Ayuda al agresor? No. ¿Ayuda al agredido? Sí. Estas son las preguntas, los dilemas morales a los que uno se enfrenta cuando le toca estar en sitios como el que yo estoy, y esto me gustaría comentarlo con ustedes.

Enlace al video: https://audiovisual.ec.europa.eu/en/video/I-232520