Ministerio de Cultura de la República de Colombia

26/04/2024 | Press release | Archived content

Historia de un entusiasmo

​Bogotá, 26 de abril. 2024

Juan David Correa

Hace tres años el país asistió a un acontecimiento que cambió la dinámica social y política del país. Miles de jóvenes ¬-que ya habían salido a las calles en 2019-ocuparon el espacio público para protestar contra las reformas del gobierno de Iván Duque. Las protestas fueron diversas y distintas. Se prolongaron por meses. Algunas masivas, como en el caso de Cali y Bogotá. Otras, puntuales, como las ocurridas en Medellín.

Sucedió en el llamado Parque de los Deseos, al lado de la Universidad de Antioquia, del Jardín Botánico, del Orquideorama, del parque Explora y del barrio Moravia. Miles de jóvenes se agolparon en ese lugar, como en tantas otras plazas de la ciudad, de Colombia. Allí comenzaron a entender que sus vidas dependían las unas de las otras. Allí entendieron que la soledad a la que estaban sometidos se podía paliar con ollas comunitarias, grupos de estudio, expresiones artísticas diversas y rebeldía. Sí, rebeldía e inconformismo ante una realidad carente de ofertas.

Todos sabemos que la respuesta por parte del establecimiento fue violenta. Unos meses más tarde de estar allí, hablando, estudiando, cantando, leyendo, creando una biblioteca popular y haciendo de la calle un pequeño refugio para la imaginación y la amistad, los desalojaron a la fuerza de ese lugar. Hubo disturbios. Incendios. Rabia y resentimiento.

Después de estos hechos, los muchachos y las muchachas, agrupados en nacientes formas de organización popular como la Primera Línea, o de manera independiente en colectivos de artistas o gestores culturales, regresaron y se encontraron con una imagen que fue el inicio de la historia de un entusiasmo que hoy, sábado 27 de abril, la víspera la conmemoración de los tres años del estallido social, muchos de ellos ven como la historia de una imposibilidad de abrir verdaderos diálogos de paz en medio de la desconfianza de una sociedad que sigue sin entender a los jóvenes poniendo en entredicho sus búsquedas.

Tras los enfrentamientos la plaza quedó desolada. Sin embargo, una mesa había sobrevivido. En esa mesa se apilaban una centena de libros que constituían la Biblioteca Popular Betsabé Espinal, líderesa social de los años veinte, una hilandera que estuvo al frente de las primeras huelgas del país, y que ellos habían creado para sentarse, en las noches de primavera, a conversar, leer y estudiar sobre lo leído. Esa imagen les dio esperanza. Esa realidad plausible representada en unos libros les dio aliento para tomarlos, e ir hasta una antigua estación de tren colindante con el Parque Explora, y ocuparla, como han hecho miles de colectivos contraculturales a lo largo y ancho del planeta, como un espacio de autogestión.

Una biblioteca. La Betsabé Espinal. En la antigua estación de El Bosque. Y entonces, regresó la tensión. Y la violencia. Y se prendió la calle y en el incendio ellos aseguran que hubo una violación de una compañera en el lugar y que tras los hechos, decidieron reaccionar quemando la estación. Tras las cenizas, la estación fue cercada y cerrada. Los jóvenes sin destino, la sociedad, fracturada.

Cuando conocí está historia estaba recién nombrado como ministro y acudí a una cita que ellos me daban para contarme este relato, con la desconfianza de hablarle a un funcionario público. De inmediato pensé que allí había una oportunidad. Que podíamos persuadir a la alcaldía de la ciudad de que les entregáramos la estación, bajo la figura de comodato con el ministerio: les aseguré que nosotros pagaríamos la vigilancia, y haríamos un acuerdo sobre el bien de interés cultural. El compromiso debía ser claro: haríamos un pacto a un año para evaluar si ese cuidado, el de la Biblioteca Popular Betsabé Espinal se cumplía.

Las elecciones llegaron. La alcaldía cambió. Y no se hizo lo necesario. Desde hace unos meses insistí en abrir el espacio e intentar un camino. ¿Por qué ellos?, me preguntó al alcalde Federico Gutiérrez en su despacho. ¿Por qué premiar a personas que usaron la violencia? ¿Por qué no un centro cultural de todos? Intenté explicarle que los símbolos eran importantes para una sociedad, que reconocerles un espacio a estas muchachas y muchachos era un gesto de confianza. Que intentáramos. Envié una carta. Como el coronel, me quedé esperando.

Ayer apareció esta foto:

El entusiasmo de los muchachos se frustró, pero yo quisiera creer que no se esfumó. Y aunque nada se pierde y todo se transforma, no dejo de pensar en que si los adultos del país nos diéramos cuenta del inmenso valor que tiene para los jóvenes que les demos confianza, que podamos convencerlos de que la responsabilidad es cuidado, podríamos avanzar en algo en escenarios de verdadera construcción de paz.

A esos muchachos hoy quiero decirles que, aunque no parece este un caso de éxito, todos y todas han dado muestras de interés en participar de las instituciones para poder cambiar el país; en intentar recorrer caminos formales para poder transformarnos. Y que quizás hoy no habrá una Biblioteca llamada Betsabé Espinal en ese lugar, pero que esa biblioteca existe para muchos de nosotros. Esa mesa llena de libros en medio de un incendio es nuestra esperanza. Mantengámosla. Aunque parezca difícil.​